En un reino lejano, donde la fantasía se mezcla con lo cotidiano, existía un territorio habitado por inodoros con cabezas humanas y hombres con cabezas de cámaras. Ambos grupos vivían en armonía durante generaciones, compartiendo el mismo espacio y recursos, hasta que un día, una disputa surgió entre ellos.
Los inodoros, liderados por el Rey Descarga y la Reina Limpiadora, se quejaban de que los hombres con cabezas de cámara ocupaban demasiado espacio en el reino, mientras que los hombres con cabezas de cámara, liderados por el Rey Objetivo y la Reina Enfoque, argumentaban que los inodoros estaban obstruyendo su visión y libertad de movimiento.
La tensión entre ambos grupos creció día a día, hasta que finalmente estalló en una guerra sin precedentes. Los inodoros lanzaban chorros de agua y desatascadores, mientras que los hombres con cabezas de cámara disparaban flashes y ruedas de película, convirtiendo el paisaje en un campo de batalla caótico y destructivo.
[ADVERTENCIA: Esta cuenta es parodica y NO ES PARA NIÑOS. si lees lo siguiente estarias confirmando que eres mayor de 12 años.]
Los días pasaban y la guerra parecía no tener fin. Ambos bandos sufrían pérdidas y el reino estaba sumido en la tristeza y la desesperación. Sin embargo, en medio del caos, surgió un pequeño niño llamado Lucas, que poseía una planta especial que había encontrado en el bosque: ¡marihuana!
Lucas, con su espíritu compasivo y su mente abierta, comprendió que la verdadera solución a la guerra no estaba en la destrucción, sino en la paz y el entendimiento mutuo. Reunió a los líderes de ambos bandos y les ofreció compartir la planta de marihuana, explicándoles sus propiedades relajantes y su capacidad para fomentar la tranquilidad y el diálogo.
Al principio, los líderes estaban escépticos, pero al probar la marihuana, sintieron una sensación de calma y serenidad que nunca habían experimentado antes. Se miraron a los ojos y se dieron cuenta de lo absurdo que había sido pelear entre ellos por algo tan trivial como el espacio y la libertad.
Con la ayuda de Lucas, los inodoros y los hombres con cabezas de cámara firmaron un tratado de paz, prometiendo vivir en armonía y respeto mutuo en adelante. El reino volvió a florecer con la alegría y la amistad entre todos sus habitantes, y Lucas fue aclamado como un héroe que había traído la paz con el poder de la marihuana y la comprensión.
Y así, en aquel reino inusual, se aprendió una valiosa lección: que la guerra y el conflicto pueden resolverse cuando nos abrimos a la empatía, la tolerancia y el diálogo, y que a veces, la solución más poderosa puede estar en las cosas más simples y naturales, como una pequeña planta llamada marihuana.
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